miércoles, 4 de marzo de 2015

EL gomet de carita feliz


Esta mañana ha ocurrido una anécdota preciosa, que me indica que las actividades para promover la inteligencia emocional están dando resultados.

En el almuerzo de media mañana Lucía se medio atragantó con un gajo de mandarina y se negó a comer más. Para incentivarla les dije que les pondría un gomet de carita feliz  a medida que fueran terminando. Pero nuestra pequeña Lucía, que es mucha Lucía, se plantó y no quiso comer más mandarina.
Claro, si yo he dicho que la carita era por terminar la mandarina, tengo que mantener mi palabra, y como ella no se la comió, pues no se ganó el gomet (Eso sí, yo ya estaba pensando en organizar alguna otra actividad en la que ella pudiera ganarse también una carita feliz)
Al terminar el tiempo de la media mañana y levantarnos para ir al baño, Lucía empezó a llorar:
-¡Quiero una carita feliz, quiero una carita feliz!
Yo le expliqué de nuevo porqué no se la había ganado, pero lloraba  con unos lagrimones de pena que estuve a punto de ceder y dársela.

 Y entonces ocurrió lo bueno. Marcos la miraba llorar, y sin decir nada se quitó de la mano su gomet de carita feliz y se lo dio a ella. En ese momento me emocioné. Porque sé que la carita feliz significa mucho para ellos, y desprenderse de ella para calmar la pena de un compañero es un acto de bondad increíble, sobre todo, si tenemos en cuenta que a esta edad la característica principal es el egocentrismo.
- ¡Qué bueno eres!- le dije a Marcos. 
- Si, qué bueno eres- corroboraba Lucía, apretando con la mano el gomet.
Y les di un abrazo a los tres.
Bueno, he de decir que a Lucía el gomet le duró poco, porque, acto seguido metió manos y brazos en el lavabo  y se le estropeó con el agua.

Más tarde, todos se ganaron un nuevo gomet verde, porque hoy en el taller había puzles nuevos y todos se aplicaron un montón. 
Y al final Ángel no quería ponerse la cazadora para ir a casa…porque la manga larga le tapaba su gomet de carita feliz y no podía lucirlo. 
¡Con lo que cuesta ganarlos!


Aclaración: El taller de puzles, bueno,  en realidad son encajables,  es de dificultad creciente. Se van introduciendo nuevos puzles, algo más difíciles, a media que realizan los anteriores  con cierta soltura. Ademas de los aspectos motrices y cognitivos que todo puzle potencia, yo los aprovecho para trabajar la inteligencia interpersonal: cuando un niño dice que no sabe hacerlo, en lugar de ayudarle yo, le pido a otro compañero que le ayude. Esto fomenta el espíritu de ayuda y cooperación.

Lucía Antolín. 


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