jueves, 12 de marzo de 2015

La toma de media mañana


Hoy quiero mostraros cómo una rutina diaria se convierte en una situación altamente pedagógia y didáctica.Todos los días, después de que los peques han tomado el biberón, los mayores nos sentamos a hacer la toma de media mañana, o el almuerzo, como queráis llamarlo. Ya sabéis en qué consiste, fruta de temporada y galletas. Ahora llevamos dos semanas con mandarina, pues aún hay algún peque que se le resiste.

De entrada la bandeja hay que prepararla a primera hora de la mañana, cuando aún no ha llegado nadie. Cada uno tiene su babero, su bol y su vaso. Y no se confunden, no.

Como ya he introducido el número dos, su grafía y cantidad entre los objetivos de aprendizaje, presento los boles, con una o dos mandarinas y lo nombro: 
— Aquí tengo una mandarina,
 Aquí tengo dos mandarinas, 
 ¡Oh, oh! Aquí no tengo ninguna. 

Luego, mientras voy pelando les dejo que las manipulen, que las echen a rodar, que las cambien de bol, que hagan las agrupaciones que quieran. Las más de las veces, alguna mandarina termina rodando por el suelo, lo que aprovecho para decir, "claro, esa se va rodando porque es redonda"(Otro concepto de lógica matemática). 
Una vez peladas coloco los baberos y comienza la actividad kinestésica: les encanta oler la piel de la mandarina (aunque Lucía dice que huele a pedo, pero más que por el olor, yo creo que lo dice porque estos días ha descubierto la palabrita, que repite con mucha frecuencia ¡Hay, estos hermanos mayores son una fuente de "sabiduría" muy peculiar!) 
Luego comparamos el color por dentro (blanco) y por fuera (naranja), los nombramos en inglés y nos fijamos que hay un babero y un bol de ese mismo color.

¿A qué huele la mandarina? Pues a mandarina


Nos fijamos también en que la mandarina tiene zumo (Lucía es una experta en espachurrarlas), que tienen gajos (no gallos, no, dijo el primer día), algunas tienen pepitas y saben dulces. 
Al terminar la mandarina, tomamos galletas y aquí cada uno elige la que quiere, una redonda o una cuadrada, y además tienen que nombrarla en alto. Se trata de reconocer las formas en objetos de la vida real, y además por contraste. (Nuevamente la lógica matemática)

Yo quiero una galleta redonda. Y yo una cuadrada



La tercera fase de la "operación fruta" es beber agua y es un ejercicio de responsabilidad: el niño que ese día sea al conductor del tren le toca también repartir y luego recoger los vasos. El agua tienen que pedirlo "a vor", según Ángel. (Traduzco: por favor).

A la hora de repartir los vasos se pueden dar situaciones difíciles, como la que muestra la fotografía siguiente: que un vaso se ha caído y no lo alcanzan. Al principio solo decían "no puedo, ayuda, no puedo", pero les he enseñado a utilizar algún recurso, además de las manos, para solucionar el problema. En este caso, Ángel está utilizando el cubierto de comer la fruta. Esta maniobra ya denota un pensamiento más elaborado.

A ver cómo puedo coger el vaso...



Al principio el reparto de vasos era un problema, pues todos querían hacerlo, sentirse útiles. A alguno le ha costado mucho aceptar, con berrinche incluido, que él no puede repartirlos todos los días, que cada día le toca a uno. Esto también es parte de la educación emocional.


Para finalizar, hemos de dejar todo recogido y es un trabajo fundamentalmente colaborativo: nos ayudamos a quitarnos los baberos, recogemos vasos, agua y toallitas, colocamos las sillas y limpiamos las migas y el agua de la mesa. (Bueno, algunas veces queda aún más entafarrada, pero... ¡es tan divertido fregotear con la toallita húmeda...!). También hay que colaborar para llevar la bandeja a la cocina, uno lleva la bandeja y los otros le van abriendo la puertas.

Yo te ayudo
Tú llevas la bandeja, nosotros te abrimos la puerta















La parte final es de su propia cosecha. Cuando ha terminado todo el "proceso" se ponen a corretear alrededor de la silla del tren y a jugar muy contentos. ¿Será porque acaban de reponer energías y, como dice el refrán, "de la panza sale la danza"? Yo creo que realmente es por la alegría y la satisfacción que les produce hacer las cosas bien y colaborar unos con otros.






Con el estómago lleno vuelven las ganas de corretear.

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