martes, 17 de marzo de 2015

Taller de narración oral para padres



Por fin va a dar comienzo el programa de narración oral para padres.  Dicho así, pues no sé que puede imaginarse la gente qué es, así que trataré de explicarlo.






A raíz de mi trabajo de fin de carrera, indagué a fondo en la obra de un lingüista e investigador británico, Gordon Wells, que en la actualidad trabaja en la Universidad de Toronto en el área de innovación educativa.  

Uno de sus trabajos más conocidos en el ámbito anglosajón es El Estudio de Bristol,  un estudio longitudinal en el que Wells y su equipo hicieron  un seguimiento a un grupo de niños desde los quince meses hasta terminar la primaria. El estudio consistió en grabaciones periódicas y aleatorias en las situaciones de interacción natural en esos ámbitos, así como entrevistas con padres y maestros y seguimientos de la evolución personal y académica de los niños. Una de las conclusiones  a las que llegaron es que la narración oral es una práctica que prepara a los niños desde muy pequeños para el aprendizaje de la lectoescritura.

Personalmente no entiendo porqué estos trabajos apenas han sido  divulgados en el ámbito hispano,  máxime si resulta que una práctica tan poco costosa y para la que no se necesitan requerimientos especiales, puede resultar tan efectiva para ese aprendizaje. La clave está en la sistematicidad, es decir, en la frecuencia con que se cuentan cuentos a los peques. 

Pero cuando digo contar, no me refiero al hecho de tomar un libro ilustrado y leérselo al niño, mirando esos preciosos dibujos que en la actualidad pueblan casi todos los libros de cuentos. Las editoriales han encontrado y potenciado un suculento mercado  en el libro infantil ilustrado (hasta el punto de que en  muchos cuentos son más importantes las ilustraciones que la propia historia), y ello, junto a otros factores, como la incorporación de la mujer al trabajo, el cambio en la configuración en las familias o la competencia tecnológica, han dado lugar a que el cuento narrado de memoria y de viva voz  haya sido relegado de la actividad de las familias. No estoy en contra, ni mucho menos, del libro infantil ilustrado, que aporta otra serie de valores muy interesantes, pero es preciso y urgente rescatar e instaurar el hábito de contar cuentos sin libro.

Y voy a tratar de explicar el porqué de la forma más breve y comprensible posible,  basándome en el Estudio de Bristol. He de señalar que contar cuentos aporta una serie de beneficios casi innumerables, tanto en los aspectos emocionales, sociales, psicoafectivos, de ensayo para la vida, etc., pero voy a centrarme en explicar la relación directa entre escuchar cuentos narrados de viva voz y el éxito lectoescritor.

Cuando un niño escucha una historia y no dispone de imágenes  ni de un contexto que le suministren información adicional, ha de prestar toda su atención a las palabras, la expresiones, las construcciones y otros elementos lingüísticos (además de los paralingüísticos, como la entonación, las pausas, las voces de los personajes, etc.) para poder imaginar y reconstruir lo que está escuchando. Ese esfuerzo, si se le puede llamar así,  le lleva a descubrir la potencialidad simbólica del lenguaje,  su poder para crear realidades por medio de palabras, es decir,  le lleva a representar en su mente una casa o un coche cuando escucha esas palabras. Y claro, los imagina según su propia experiencia y conocimientos previos (posiblemente la casa sea la suya, o la de sus abuelos, y el coche ese rutilante modelo rojo que sale en le tele).  

Pues bien, ese mismo proceso sucede cuando se lee, que también hay que ir recreando lo que dice el texto según conocimientos y experiencias previos. Ojo, no pensemos que leer es solo decodificar, juntar letras y palabras. Leer es sobre todo comprender. Si un niño ha leído “la mesa  es verde” y le preguntamos de qué color es la mesa y no sabe responder, evidentemente ha decodificado pero no ha comprendido el texto. No podemos decir, por tanto, que sabe leer. 

El niño que ha escuchado muchos cuentos narrados, ha aprendido desde pequeño ha realizar esa interpretación simbólica del lenguaje con fluidez  y a reconocer las estructuras lingüísticas propias de su idioma. Por tanto,  le resultará más fácil aprender a leer y con el tiempo será un lector mucho más eficaz y competente.


Pero Gordon Wells no se quedó ahí. Estableció también la relación entre la escucha frecuente de cuentos en la primera infancia  y  el posterior éxito académico. La explicación es la misma: en las clases, los profesores explican y hablan de cosas que no están presentes, ya sean los continentes, los animales mamíferos o los conjuntos matemáticos,  y los alumnos tienen que imaginar qué es y cómo es aquello de lo que les hablan. A esas alturas de su escolarización, el niño que ha escuchado muchos cuentos, ha adquirido mucha soltura en ese tipo de operaciones mentales, y le resulta mucho más fácil comprender las explicaciones del profesor.

Creo que estas razones son lo suficientemente importantes para rescatar la tradición del cuento contado de forma oral, sin ilustraciones que den información adicional, y empezar a contar cuentos a nuestros peques desde el primer año de vida. Porque es una práctica que no requiere apenas esfuerzo y de la que nuestros niños van a obtener múltiples beneficios.  

Por ello pongo en marcha este programa de narración oral, para enseñar a los papás a seleccionar las historias adecuadas según la edad de sus hijos y algunas técnicas básicas que les darán más seguridad para contar y harán cada contada más atractiva.


No dudéis en apuntaros,  es gratis, disfrutaremos todos un montón y vuestros peques serán los grandes beneficiados

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