domingo, 23 de agosto de 2015

El periodo de adaptación y la educadora


Por fin encuentro un hueco para hablar del periodo de adaptación, pero previamente quiero que conozcáis cómo se desarrollan las primeras relaciones socio-emocionales del niño, para entender mejor algunos conceptos como apego, figura de apego y base segura. Vamos a empezar por el principio. 

Cuando un niño nace es un ser totalmente vulnerable que presenta tres necesidades básicas: alimentación, cuidado físico y atención. Esta atención se refiere a la interacción especial que se establece con el cuidador principal,  generalmente la madre, se refiere a la afectividad, el lenguaje, la comunicación emocional,  el sostenimiento, la relación corporal mediante el tacto, la mostración de objetos, etc. Así, se establece un vínculo especial que será el primero para el niño y que será la base de su desarrollo posterior, sobre todo a nivel emocional y de la propia identidad. A esta relación tan especial es lo que se conoce como “apego”, y,  aunque nos parezca raro, no siempre se produce el apego seguro, que es el modelo ideal.  (También existe el apego ansioso ambivalente,  el evitativo,  el desorganizado; en general dañinos para la formación de la personalidad)
Jhon Bowlby, uno de los primeros investigadores de este tema, consideró esencial para la salud mental de las personas, que el bebé y el niño pequeño experimenten esta relación cálida, íntima y continuada con la madre o cuidador principal, que se constituye así en la  “figura de apego”.  

La otra función de la figura de apego es actuar como “base segura”, es decir, trasmitirle seguridad, contenerlo emocionalmente, enseñarle a solucionar sus pequeños conflictos, etc., hasta que pueda hacerlo él solo. Esta base segura permite al niño alejarse de ella poco a poco, jugar, explorar su entorno, etc.,  porque sabe que en caso de apuro (una caída, un susto, un niño que quiere su juguete, etc.) su mamá, su base segura, estará ahí para ayudarlo. Resumiendo,  si el niño  se siente seguro, es un niño que explora. Y esta capacidad de explorar es la base del aprendizaje.

 A medida que el niño va evolucionando, aparecerán las figuras de apego secundario, el padre, los abuelos, los hermanos…y cuando el niño entra en la escuela, en este caso la guardería, su cuidador.

Pues bien, en el periodo de adaptación se trata, fundamentalmente, de que, de una forma gradual, el niño acepte a su educadora como una nueva  “figura de apego y base segura”, creando un nuevo vínculo emocional que le proporcione la  certidumbre y confianza necesarias  para sentirse bien en este nuevo escenario. 



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