domingo, 24 de enero de 2016

Yo juego, tú juegas, él juega.


A la vuelta de las vacaciones hay que darse un tiempo para volver a retomar las rutinas y el ritmo de trabajo. Los peques han estado en casa, todo el día con su familia más los allegados, disfrutando de ese ambiente tan especial que los hogares rezuman en navidad, y es lógico que no tengan ninguna gana de volver. Además, en esos días se han acostado y levantado tarde, han comido a deshoras, están más consentidos, y, en general pierden el ritmo de actividad que tenían antes de las vacaciones. Se puede decir que es una semana de readaptación.

Si esta semana ya es un poco complicada de por sí, para nosotros en esta ocasión lo fue aún más, pues tuvimos que despedirnos de nuestra querida Manuela. Ella y sus papás han sido unas víctimas más de la difícil situación económica que atravesamos y se han visto obligados a irse afuera de España buscando un futuro mejor. 

Para que el aterrizaje de Manuela en otro país tuviera el menor impacto posible, sus amiguitos le regalaron un álbum con más de cien fotos, de los momentos más significativos que este año de convivencia hemos tenido. (Un álbum que ya sabemos que todos los días allí, en su nueva casa, mira y remira, y comenta junto a mamá). Al despedirnos se nos han saltado las lagrimas, y los peques, en días sucesivos han preguntado por ella con frecuencia.

El álbum de Manuela

Después de Navidad el centro de interés no podía ser otro que los juguetes. Los Reyes Magos habían llegado cargados de regalos, de ingenuidad, de felicidad. Y se llevaron el pañal de Leyre y el chupete de Valeria. Con los juguetes nuevos llegaron también ilusiones renovadas, entusiasmo al descubrir nuevas posibilidades de juego, preferencias insospechadas. Por eso, aprovechamos ese contento general para realizar una actividad muy, muy especial: "Yo te dejo mi juguete".


Cada niño, cada día, trajo al centro uno de sus juguetes. En el aula los colocamos todos en la alfombra, cubiertos por una sábana. Ellos apenas se mantenían sentados esperando a que yo descubriera lo que la sábana ocultaba, se miraban unos a otros con expectación y dejaban escapar sus risas nerviosas y emocionadas. "A la de una, a la de dos y a la de..."
"¡¡Tres!!", terminaban gritando ellos, impacientes porque yo levantara ya la sábana y ver aparecer los secretos que ocultaba. Y así, con pequeños gritos de entusiasmo, se precipitaban sobre los juguetes, los tocaban, los cogían, los observaban, los nombraban, los probaban.


A la de una, a la de dos y ...


Después, cada peque reconocía su juguete, explicaba a los demás porqué le gustaba tanto y luego decidía a quien de sus compañeros se lo dejaba. ¡Ahí es nada, prestar su nuevo tesoro! Pues lo hicieron bien, sin forzarles, con naturalidad. A pesar de encontrarse en una fase de su desarrollo caracterizada por el egocentrismo, no les costó nada compartir. Tal vez porque esperaban disfrutar de ese otro juguete que había traído uno de los compañeros, tal vez porque empiezan a descubrir que compartir produce una satisfacción inigualable:
– Este es mi camión nuevo, y es para hacer así, y se lo dejo a...– mirada alrededor buscando aquella personita con la que mejor nos entendemos o que mejor tratará nuestro tesoro. 
– Este es el maletín de médico de Pepa Pig, es mío y se lo dejo a…
Pero después el camión, el maletín, la muñeca, la Minnie circulaban de mano en mano, y nadie dijo "es mío, no te lo dejo".

Y esta actividad tan simple me sirvió para ratificar lo que siempre os digo: cuantas más cosas hace un juguete, menos trabaja la imaginación del niño.
Así, al cabo de un rato, la Minnie y el Mickey que hablan y cantan, o el pajarito que repite lo que le dicen, estaban abandonados en un rincón, mientras los niños jugaban con los "juguetes de verdad", los que fomentan su imaginación y su capacidad cognitiva, los que potencian la relación con los demás, los que estimulan el lenguaje, los que permiten recrear situaciones de la vida real. Jugaron hasta cansarse a ser pediatras, a hacer comidas, a aparcar los coches, a cuidar bebés, a circular trenes...



La Minnie que habla sola...abandonada en un rincón
Porque lo que más nos gusta es hacer comidas...


...curar a los bebés...



...o jugar con los trenes.


Además de este taller, que hicimos todos los días, aprendimos la canción "Los juguetes de Nina", que tiene bonitas rimas, y, como siempre, lo primero cada día, a cantar y bailar. ¡No hay mejor forma de comenzar la jornada!



Vamos a jugar, vamos a jugar, 
sus juguetes Nina nos va a enseñar.
Tiene una pelota que bota y rebota, 
pom, pom, pom.

Un tren que no para y hace chaca-chaca, 
cha, ca, cha.

Un coche que pita y va muy deprisa, 
pi, pi, pi.



Luego, en grupos de dos, ojeaban el libro de Nina y señalaban y conversaban sobre esas cosas tan, pero tan interesantes,  que solo a ellos interesan.


Yo también tengo un osito... y yo un tren.

También en el panel de los murales, observamos y comentamos las características de algunos juguetes, si tienen ruedas, si son para comprar y vender, si son para hacer torres o si los hay iguales en la clase. Y en el otro mural, contemplamos una escena de niños jugando, niños que no se pelean, ni rompen los juguetes, ni los dejan tirados por el suelo. ¡Nosotros tampoco!











Dado que este es un tema muy significativo para ellos, aprovechamos para ir avanzando en la introducción de la segunda lengua, el inglés. En el trimestre anterior ya habíamos iniciado el conocimiento de la lengua extranjera a través de los saludos, el nombre y pequeñas cancioncillas. Ahora empezaremos a nombrar objetos (juguetes) asociándoles algunas características (grande, pequeño). 
Entro en la clase con una misteriosa caja y les digo:
– I have a surprise. Look this box! I have toys here.

Como sabéis, cualquier novedad atrae enseguida su interés, así que al punto tengo posadas en mí once miradas. Abro la caja y, poco a poco, con teatralidad, procurando generar expectación, voy sacando objetos:
– This is a car. A big car – y con mis gestos exagero el tamaño para que comprendan y asimilen mejor el concepto. Luego dejo el coche sobre la alfombra.
– This is a lorry. A small lorry...
–This is a book. A big book...

Así, uno a uno, ante sus asombrados ojos van a apareciendo perros, coches, camiones y libros. Dejo que los cojan, los manipulen, jueguen un poquito, se los pasen unos a otros, y, al final, los colocan otra vez sobre la alfombra. Entonces le pregunto a Vanesa, la otra educadora:

– Vane, where is the small car? – Los once pares de ojos vuelan hacia ella. Intencionadamente, Vanesa se confunde y señala el coche grande, y yo, con gestualidad muy pronunciada para resaltar esas características (Big, small), le advierto de que se ha confundido:
– No, no. That is the big car. The small car is here.
Y así con todos los objetos.

A los pocos días, en lugar de preguntar a Vanesa empiezo a preguntarles a ellos. Se hace el silencio mientras interiorizan la pregunta y al poco, unos me contestan cogiendo el objeto en su mano, otros simplemente lo señalan, otros lo miran. Si veo que alguno no acierta no le dejo cometer el error, simplemente me adelanto y yo muestro el objeto que he pedido, como si realmente fuera el niño quien acertara con la solución.


Where is the small car?

Claro está que no podía faltar alguna actividad de lógica matemática. En este momento estamos aprendiendo y diferenciando los cuantificadores básicos, en este caso el concepto uno-muchos. A los adultos esto les puede parecer una simpleza, pero para la mente de estos peques es muy complicado. La mejor manera de aprenderlo es manejando esas cantidades con objetos, comparando y contrastando:

En la caja grande caben muchos camiones, en la pequeña solo cabe un camión

Y, lo más especial de todo, celebramos el cumpleaños de Leyre, la primera del grupo en cumplir los tres años. ¡Felicidades, tesoro!


Tres añitos, ¡qué mayor!


Lucía Antolín

4 comentarios:

  1. De pequeña fui a una guardería, y ahora, leyéndote, me doy cuenta del significado de esta palabra. Los únicos recuerdos que tengo en ese centro son las imperativas, silenciosas, aburridas y largas siestas con los ojos abiertos que todas las tardes soportaba y el bocadillo de paté que me obligaban a comer en la merienda y que yo, sufriendo, procuraba esconder por todos los medios: nunca me ha gustado el paté.
    Leyre y todos su compañeros, incluida Manuela, van a tener infinidad de recuerdos cuando pasen de etapa educativa. Pues están aprendiendo y se están desarrollando contigo, Lucía. Y eso nunca se olvida.
    Una vez más: Bravo, Lucía.
    Besos,
    Tania.

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    1. Gracias, Tania.

      No sé cómo serán, ni siquiera si a esta edad tan temprana se pueden generar recuerdos. Solo espero, cuando se vayan, que siga germinando alguna de las semillas que intentamos sembrar.

      Un abrazo,
      Lucía

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  2. Hola, Lucía, me ha encantado la frase de " cuanto más hace un juguete menos imaginación utiliza el niño", además te doy toda la razón del mundo.
    El niño necesita evocar e imaginar situaciones de la vida cotidiana, imitar, hacer como si... con esto la creatividad del niño se desarrolla.

    Muchas gracias por tus fabulosos comentarios.
    Saludos.

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    1. Gracias a tí. Solo hace falta fijarse en la actividad que desarrollan los niños para darse cuenta de esto.
      Un saludo,
      Lucía.

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